La sexualidad que nos daña y podemos cambiar
En las películas y las series, al igual que en el porno mainstream, casi siempre vemos un sexo desenfrenado, fruto de un arrebato de pasión espontáneo e incontrolable, que conduce a unos preliminares escasos o inexistentes y a una sexualidad coitocéntrica que se reduce a la obtención de un fin eyaculatorio y al alcance del orgasmo.
Y lo consiguen, ¡evidentemente!, y ambos a la vez, ¡claro está! El momento clímax se halla en una suerte de coordinación casual semi-mágica, ante unos cuerpos que, lejos de encontrarse conectados entre sí, probablemente están sumidos en su propio caos individual.
Además, durante el acto sexual basado en la penetración, los protagonistas de la escena realizan un sin fin de posturas sexuales imposibles, a no ser que tengas una preparación y entrenamiento físico muy exigente, y llegan al orgasmo una y otra vez. ¿A que sí? Todos son multiorgásmicos.
Y, tras un sexo de larga duración, después de haber realizado todos los malabarismos prescritos en el kamasutra, acaban impolutos, y sin un pelo fuera de sitio.
Esta es la imagen que nos venden, y es la que nos llega a todos/as/es, constantemente.
Un bombardeo del prototipo de sexualidad que debemos alcanzar para tener una vida sexual exitosa, del hito que debemos perseguir. Y esto nos cala hondo, a todos/as/es. Irremediablemente, vivimos en una sociedad que aún no se ha desprendido de sus estereotipos en torno a la sexualidad, y este es un claro ejemplo de ello.
¿Pero qué hay de realidad en todo esto?
Lo que no vemos detrás de estas imágenes de ficción, interpretadas por unos actores bajo un guion preestablecido, es la realidad a la que este imaginario sexual nos aboca.
Más allá de las graves consecuencias que puede tener el querer cumplir con unos cánones de belleza impuestos (y ficticios, recordemos que hay toda una post-producción tras la grabación de estos films y escenas), quiero recalcar el daño que también ha hecho el falocentrismo de la penetración sin parangón, y toda la suerte de estereotipos que en ellos se reproducen, una y otra vez, hasta la saciedad.
También quiero compartir contigo una reflexión que pasa más inadvertida, pero que es crucial que nos planteemos. Y es que, desgraciadamente, en demasiados casos, el sexo se traduce en un encuentro puramente físico entre dos individuos desconectados, emocional y energéticamente entre sí, pero profundamente conectados con un ego dañado.
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En estos casos, el sexo se vuelve un medio para sanar el yo a través de un proceso que no es funcional, ni amoroso y respetuoso con nostros/as/es mismos/as/es.
De este modo, vivimos la relación sexual inmersos en procesos de reafirmación del ego (observa qué bien lo hago, soy un dios/a/e en la cama) o, por el contrario, en procesos de búsqueda de la validación del otro/a/e, poniendo el eje de atención en tu compañero/a/e sexual para garantizar su goce y disfrute, y así obtener una breve dosis de validación externa en un intento fallido de cuidar de tu autoestima personal y de tu ego malherido.
¡Qué lástima saber que, todas o algunas de las casuísticas que os he planteado, conformen la única realidad sexual de una cantidad ingente de personas!
Y todo esto no es inocuo…
Como consecuencia de todo lo que os he compartido, es del todo comprensible que, partiendo del imaginario colectivo que os he descrito con respecto al acto sexual, nos encontremos en consulta constantes problemáticas relacionadas con la disfunción eréctil, falta de deseo, anorgasmia, vaginismo, entre muchos otros problemas e inquietudes.
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En la inmensa mayoría de casos comparten, como común denominador, un intento vano y desesperado de perseguir unas expectativas demasiado exigentes, poco realistas e inalcanzables, o que sencillamente no se ajustan a nuestras necesidades, valores y/o circunstancias individuales.
A esta fórmula, y ante la imposibilidad de cumplir con los estandartes que nos fija la sociedad, se suma otro sentimiento a la ecuación, la frustración y la culpa: por no ser suficiente, por no saber satisfacer a tu pareja sexual, por no alcanzar el orgasmo, por no hacer todas las posturas del kamasutra, por tener relaciones sexuales consideradas de duración insuficiente, por no ser multiorgásmico/a/e, por no tener sexo X veces al mes, etc.
¡Resulta agotador para nuestra salud mental! ¿No te lo parece a ti? Y cuánto dolor pueden causarnos estos pensamientos que se activan de forma automática en todos/as/es nosotros/as/es…
¿Qué podemos hacer para cambiar esta tendencia?
Es precisamente en un intento de transformar esta realidad sobre la sexualidad, y de resignificar el sin fin de exigencias que nos han impuesto a la fuerza, que planteo el método Mindful Sex como la alternativa a la sexualidad convencional que nos han vendido, que hemos probado y que no ha llenado nuestras vidas como se nos había prometido (pensando que si no lo habíamos logrado, era nuestra culpa, otra vez).
Lejos de aportarnos satisfacción duradera, más allá de algún que otro alivio de descarga fisiológica, nos ha alejado, en muchas ocasiones, del placer intenso, del amor propio, de la compasión y de la conexión profunda con uno mismo/a/e y con el otro/a/e.
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Toma las riendas de tu sexualidad
Hoy quiero que tomes las riendas de tu sexualidad, y que compartas conmigo un proceso de deconstrucción de estereotipos y prejuicios, para que puedas volar libre de estándares, liberarte de estas cadenas opresoras, y puedas decidir qué sexualidad deseas en tu vida, ¡de una vez por todas!.
¡Vamos a darle forma, a construirla desde cero y a tu medida!
Por una sexualidad presente, consciente, que te aportará la paz, el equilibrio y la armonía que echabas de menos en tu vida. ¡Quiero que empieces a brillar como mereces!
Si tienes cualquier duda, puedes ponerte en contacto conmigo a través del formulario de contacto, vía whatsapp al +34 619 20 69 79 o escribir tu comentario en este post.
¡Me encantará ayudarte y/o saber de ti!