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LA PSICOLOGÍA DEL EMBARAZO

El embarazo es una de las fases más emocionantes de la vida, aunque también puede provocar miedos, especialmente si es un primer embarazo o ha habido alguna complicación en embarazos anteriores.
Por otro lado, una imagen idílica del embarazo también puede enfrentarse con la realidad y en algunos casos generar un sentimiento de culpa:

«¿Por qué no estoy disfrutando del embarazo, como había soñado?».

En cualquier caso, un embarazo se asocia a un importante cambio hormonal que, como está sobradamente demostrado, se asocia con cambios en el carácter y la percepción o manifestación de las emociones.

Más de una vez, estos cambios son recibidos con cierta perplejidad tanto por la mujer embarazada como por su pareja, pero son normales.

Porque, en efecto, tal y como dice el dicho popular, puedes estar más sensible durante el embarazo.

El cuerpo experimenta cambios importantes, asociados a variaciones de los niveles hormonales, que afectan a las emociones. Lo que debería preocupar es que aparezcan síntomas como una tristeza continuada y persistente, por ejemplo, o miedo y ansiedad por encima de lo normal.

En tales casos, conviene consultar con un especialista.

Las emociones cambian durante el embarazo.

Durante el primer trimestre.

Las emociones sufren un viaje en una montaña rusa. Está la gran ilusión al conocer la noticia, pero también el miedo a un aborto espontáneo las doce primeras semanas, que son las de mayor riesgo.
Además, es en ese período donde se desatan bruscamente los cambios hormonales que afectan a nuestras emociones. Exteriormente, no se aprecian muchos cambios y eso provoca que todavía no sea inmediato sentirse embarazada.

Es un período lleno de pruebas médicas que nos indicarán si todo va bien o si aparecen riesgos en el embarazo.
Eso puede crear ansiedad, que se sumará a los cambios en el estado anímico; y si los resultados de las pruebas no son favorables, podría precisarse apoyo psicológico.
Por eso es importante un buen acompañamiento en estas primeras etapas, que facilitarán una toma de decisiones más serena.

En el segundo trimestre.

Sobreviene una mayor estabilidad, seguridad y tranquilidad emocional.
En líneas generales, suele ser la etapa más feliz del embarazo. Este ya es visible y la madre es plenamente consciente de ello. Sin embargo, alrededor de las veinte semanas de gestación puede saberse si existen malformaciones en el feto y también puede aparecer una diabetes de gestante. Ambas pruebas médicas pueden ocasionar, de nuevo, miedo y ansiedad. Por eso es tan importante la confianza y la comunicación con los médicos que controlan el embarazo.

El último trimestre

En el último trimestre del embarazo una ya desea tener al niño en brazos. Es normal que aparezca la impaciencia, no solo en la madre, también en el resto de la familia. Por lo demás, la madre ahora se siente más pesada y se cansa con más facilidad. La barriga alcanza un gran tamaño y los movimientos del bebé son más que evidentes, incluso molestos.

En este estado pueden aparecer alteraciones en el sueño y el insomnio también puede afectar al estado anímico. Pero la mayor fuente de ansiedad será el futuro parto. Una se pregunta cuándo será, cómo irá todo, si dolerá… Es normal.

Pero siempre puede ayudar la voz amiga de un especialista, que te informará y tranquilizará.

La información que se proporciona a la madre es muy importante. Si surgen imprevistos o las cosas no van como una había pensado, el parto podría generar frustración e incluso problemas de aceptación.

Por eso hay que insistir en la información y la educación, además de en un apoyo psicológico, si se considera necesario. Ese acompañamiento debe alargarse hasta después del parto, durante el período de lactancia.

En ese período pueden aparecer síntomas de una depresión postparto, o miedos y preocupaciones sobre el futuro del niño o de la familia. Un buen apoyo psicológico evita que esta situación pueda desbordar a la madre.

Cuanto antes se gestionen los problemas anímicos que puedan aparecer, mejor.
Por eso, si la tristeza, el miedo o la ansiedad es persistente y no sabes muy bien cómo gestionarla, acude a un especialista. Aunque en la mayoría de las veces se trata de síntomas pasajeros o episodios leves, más vale prevenir.

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