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Entrevista realizada a la Dra. Emma Ribas en NovaLife – Antena3

Los hoteles siempre han sido lugares asociados al sexo cuando vamos en pareja. ¿Qué razones hay para ello? (salir de la rutina, tener más tiempo, el morbo de ser oídos, poder poner el cartel de no molestar en todos los sentidos, etc.).

Pues tal vez sea por la imagen que dan de ellos en las películas. O quizás se deba a la imperante necesidad de romper con nuestra rutina, de cerrar bajo llave el estrés y, por unos momentos, devenir protagonistas de nuestros propios cuerpos.

Tengamos en cuenta que, en un hotel, entramos en un espacio de sosiego en el que nos van a servir, donde no hace falta preocuparnos ni del e-mail al que no hemos dado respuesta ni de la colada sin planchar.
Es un punto muerto, un lugar de encuentro con nuestro cuerpo y con el de nuestra pareja.

Al abrir la puerta del hotel, por tanto, abrimos la magia de la conexión y, si así nos lo proponemos, rompemos con la rutina para establecer nuevos y excitantes parámetros.

No tenemos que olvidar que es necesario cuidar la sexualidad para no caer en rutinas o en presiones, dos grandes enemigos, sin duda, del deseo y, por consiguiente, del placer. Organizar, imaginar, comunicar a la pareja nuestros sueños, apartarnos de la costumbre, entrar en un espacio de anonimato… son elementos que nos otorgan la posibilidad de reconectar con el amor, el goce, el placer…

Si queremos conseguir que vuelva a entrar la pasión en nuestra vida es menester hacer las cosas de una forma distinta a la habitual; y el hecho de programar una estancia en un hotel, teniendo claro, además, el propósito último de ello, prepara nuestro cuerpo y nuestra mente y contribuye a que nos desprendamos de tabúes y nos atrevamos a innovar.
Y es que las recompensas más grandes son las que más cuestan de conseguir.

–De hecho, más allá de las razones obvias, parece que también hay razones científicas, como las que propone el psicólogo Ian Kerner, que dice que la novedad de la habitación del hotel estimulará la transmisión al cerebro de dopamina, que tiene un gran papel en la excitación y la excitación sexual ¿Qué opina al respecto?

Pues que es importante dejar claro que hay dos formas distintas de abordar el sexo: desde la lujuria y desde el amor. En la lujuria total, el otro es un objeto usado para obtener el placer del orgasmo propio, mientras que en el amor total la ecuación se invierte y lo importante es lo que damos, con lo que nuestro orgasmo deja de ser el objetivo primordial de la interacción sexual.

A lo largo de nuestras vidas, y de nuestras relaciones, solemos oscilar entre una combinación de ambas variables.

La dopamina es una hormona natural producida en el cerebro, que se libera en situaciones placenteras e interviene en la regulación de nuestros estados de ánimo, nuestros niveles de ansiedad, nuestro sueño y nuestra motivación.
De ahí que estimule al individuo a ir en busca de aquello que la activa. La dopamina se incrementa durante el coqueteo y el escarceo erótico, para caer luego en picado tras el orgasmo.

Cuando el sexo va acompañado de amor, el nivel de dopamina se mantiene más estable, ya que no desciende abruptamente una vez alcanzado el orgasmo.

En este sentido, ir a un hotel, apartarnos de nuestro entorno habitual, no solamente nos permite entrenarnos para usar nuestra sexualidad como forma de comunicación íntima y de expresión de afecto profundo ―y no con un mero fin de descarga―, sino que supone llevar a cabo una serie de preparativos para el encuentro sexual, lo que le proporciona a nuestro cerebro el material necesario para formar dopamina.

Recordemos que, en el ámbito de las relaciones sexuales, es esencial ampliar las opciones de nuestro cerebro.

Instalar nuevos patrones de comportamiento nos ayudará a independizarnos de nuestros comandos biológicos ancestrales, además de darnos la posibilidad de elegir cómo sentirnos bien.
La dopamina no es el único elemento del cerebro que varía durante el acto sexual. La corteza prefrontal se inhibe a los procesos de activación del hipotálamo y de la amígdala cerebral. El tálamo únicamente es capaz de poner atención a lo que genera placer. La hipófisis puede activarse gradualmente y liberar hormona luteinizante en un orgasmo intenso.
El giro del cíngulo cambia el umbral del dolor, mientras que la corteza insular procesa más el sonido y atiende la asociación de caricias.

Reservar un hotel por horas o por un fin de semana es, en todo caso, una ocasión idónea de poder tener intimidad, que hay que aprovechar para investigarse e investigar al otro, escuchando más allá de las palabras y observando los movimientos sutiles que dan alas a la excitación.

¿Esto funciona con todo tipo de hoteles o hay ciertos condicionantes? (más en hoteles eróticos, o que nos motive su decoración, o el hecho de tener sábanas blancas, o los fetiches concretos de cada pareja a grandes rasgos…).

En cada encuentro sexual, si quieres tener una buena experiencia, debes estimular los cinco sentidos del otro. Por ello, no todo vale: estar en una habitación donde oímos un ruido incesante (de la calle, de un electrodoméstico…); o en la que llega la pestilencia de los desagües; o en donde la calor no nos deja ni mover, por ejemplo, complicará mucho el sentir ese estado placentero que intentábamos fomentar, ya que nuestros sentidos, y los de nuestra pareja, estarán distraídos con información ajena a la práctica del sexo.

Es necesario, pues, que los sentidos propios y de nuestro acompañante se hallen, además de enardecidos, centrados en el acto íntimo que compartimos, empezando por la vista.

No hay que subestimar su importancia en este terreno, pues recordemos que suele ser la responsable de lo que llamamos flechazo, y que marca un antes y un después, ¿verdad?

Sin embargo, cuando tenemos sexo de andar por casa, ¿nos acordamos de mimar este sentido? Por desgracia, a menudo no es así.

Algo tan sencillo como ropa interior sexi o un ambiente diferente ―velas, sábanas de colores sensuales…― pueden devolvernos la curiosidad.

Tampoco podemos menospreciar el gusto, pues muchas veces todo puede empezar con un simple beso, capaz de provocar esa corriente eléctrica del deseo tan característica. De nuevo citando Sexo sentido, sexo vivido, «esto se debe a que la saliva contiene testosterona, que influye directamente en el deseo sexual y contribuye a despertar nuestra excitación. Además, [los besos] también consiguen relajarnos, al reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y aumentar los de oxitocina, la responsable del amor y la creación y el mantenimiento de los vínculos afectivos».

Por supuesto, la piel ―y el tacto, su sentido asociado― es el gran órgano sexual. Pero no todos los rincones de la piel son iguales, ya que hay zonas que contienen más terminaciones nerviosas que otras. Como nos comentan en el libro mencionado las dos expertas: «El tacto durante el sexo nos da mucha información sobre la otra persona; sin embargo, cuando caemos en la repetición puede volverse rutinario y poco apetecible. Incluso esas zonas pueden volverse más insensibles al tacto si no hacemos variar el repertorio».

Por otro lado, y aunque no lo parezca de una manera tan obvia como la vista o el tacto, el olfato es un sentido muy relevante en las relaciones sexuales. «Dado que todos tenemos y desprendemos un olor determinado, este nos ayuda a discernir entre aquellas personas que, por su aroma, pueden encajar mejor con nuestra propia química».

Además, por el olfato captamos las feromonas, claves en el sexo. En esta línea, un perfume puede dificultar el trabajo de las feromonas: imagina que tu pareja actual lleva la misma colonia que alguien que te gustó en el pasado. Esto conduce a una «trampa» para los sentidos, a nivel inconsciente, aparte de una circunstancia mucho más evidente; y es que resulta raro, rarísimo.

Finalmente, está el sentido del oído: las palabras sensuales, cariñosas o lascivas; los sonidos propios del sexo, o incluso la música, tienen un componente de estímulo erótico. Asimismo, durante la actividad sexual la ínsula del cerebro activa más el procesamiento de sonido.

Según lo dicho, es tremendamente positivo para una relación poder conocer cuáles son los sentidos predominantes en cada uno de sus miembros, a fin de buscar el hotel más adecuado para avivarlos.

¿Qué otras cuestiones destacaría del sexo en hoteles que pueden favorecer la sexualidad de la pareja?

Quiero destacar el tema del anonimato. Imaginemos una pareja inmersa en su rutina diaria, con todos los beneficios que ello conlleva; la chispa que proporciona lo desconocido, empero, se ha ido apagando.

Para devolver el color a la relación, por unas horas o unos días se sumergen en un espacio donde el anonimato les permite crear, inventar, imaginarse que son otros/as, entrar en un rol diferente al habitual, proyectarse desde un arquetipo y compartirlo en la intimidad que proporciona la sexualidad, dos elementos clave para ayudar a reforzar el vínculo de pareja.

Así pues, el hotel nos permite jugar a ello, a dar luz a la fantasía que, con el tiempo, en nuestro ajetreado día a día, hemos ido enterrando.

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