CÓMO EVITAR LAS DISCUSIONES EN ESTAS FIESTAS
Ya es un tópico comentar las que parecen inevitables batallas dialécticas en las reuniones familiares navideñas. Detrás de este tópico, sin embargo, se oculta una realidad que en ocasiones resulta desagradable y que todos quisiéramos evitar.
Los gastos navideños, por ejemplo, pueden acarrear disputas en el seno de la pareja. Es fácil excederse y en algún momento puede percibirse que el gasto se nos está yendo de las manos. Sería recomendable planificar los gastos con antelación y moderación, por mutuo acuerdo, y no esperar al último momento. También es bueno hablar de los compromisos sociales a los que una y otra parte se ven obligados y pactar un compromiso, evitando las sorpresas desagradables.
¿CUÁNDO ACECHA EL CONFLICTO?
En cualquier caso, el conflicto acecha cuando se unen el alcohol, antipatías disimuladas y viejas rencillas. Por eso, la distancia emocional es fundamental y el mejor consejo, abstenerse de la bebida, para evitar los malentendidos.
Nunca falta el personaje que siempre quiere tener la razón, con vehemencia, a cualquier precio. No habrá argumento capaz de quitársela y pronto se descubre que tiene la irrefrenable necesidad de estar en lo cierto e imponer su opinión a los demás. Resulta molesto, ¿verdad?
El personaje adopta una gestualidad autoritaria. Querrá mostrarse más fuerte, superior. Empleará un lenguaje arrogante. Se descubrirá ante nosotros un narcisista con aires de superioridad. Impondrá su opinión sin aceptar ninguna otra ni atender a razones.
¿QUÉ HAY DETRÁS DE UN COMPORTAMIENTO AUTORITARIO?
Detrás de este comportamiento suele esconderse una profunda inseguridad. La grandiosidad de la que presume es una estrategia para validarse a sí mismo. Cree que alardear de fuerza, inteligencia o perspicacia impresionará a los demás, pero es un síntoma de fragilidad. Una persona segura de sí misma no necesita alardear de nada y es consciente de sus capacidades. En cambio, un narcisista se percibe vulnerable. Esta exhibición le sirve para convencerse a sí misma de su valía.
La necesidad de imponerse a los demás proviene de la fragilidad de él mismo. Teme mostrarse débil si la razón no cae de su lado. Esa persona querrá siempre tener razón y su lenguaje corporal y verbal será más autoritario cuanto más frágil tema verse. Tendrá razón siempre, porque no concibe no tenerla y verse desnudo tal cual es. No busca impresionar a los demás. Lo que busca es una seguridad de la que en el fondo carece.
¿QUÉ HACER SI IRRUMPE ALGUIEN ASÍ EN UNA CENA FAMILIAR O UNA REUNIÓN DE AMIGOS?
Las personas equilibradas no necesitan demostrar nada a nadie y saben que a veces tienen razón y a veces no. Prefieren, por lo tanto, el acuerdo pacífico a la victoria en una discusión; si acaso, saben por qué vale la pena discutir y por qué no. Eso no va con el personaje en cuestión, que siempre ha de tener razón.
En los casos extremos, lo mejor sería dejar de relacionarse con esa persona, pero no siempre es posible. Uno tiene que valorar si valdrá la pena defender una opinión diferente a la suya o no hacerle demasiado caso. A veces no habrá más remedio que oponerse a su discurso, porque esa clase de personajes pretenden imponer sus decisiones en temas que afectan directamente a tu vida y con las que no puedes estar de acuerdo.
OBRAR CON ASTUCIA Y EVITAR LA CONFRONTACIÓN
En estos casos, hay que obrar con astucia y evitar la confrontación. Si uno es hábil, puede llevarlo a contradecirse a sí mismo. La cuestión es obligarle a pensar. Si afirma tal cosa, hay que preguntarle cómo llegó a esa conclusión, preguntarle el porqué de esto o lo otro, proponerle entonces si no ha pensado en aquella otra opción.
En la mayor parte de las veces, sus opiniones no tendrán un sólido fundamento racional, sino emocional, y ese personaje se verá obligado a sacar a la luz el poco fundamento de sus opiniones.
Con un poco de suerte, llegará a replantearse sus puntos de vista.