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Las cosas y las relaciones se transforman muy rápido y si uno se atasca en la rigidez sufre

Artículo de La Vanguardia – Albert Molins

Vivimos en una sociedad en la que los cambios se suceden a gran velocidad, tanto en lo económico, lo político como en lo social. Con la tecnología y el consumismo en el centro, toda esta vorágine –queramos o no– termina por afectar a nuestra vida personal. Como dice Emma Ribas, psicóloga clínica, “nuestra sociedad vive un cambio de paradigma. Antes todo era para siempre, el trabajo, la pareja, la vivienda… Ahora todo cambia constantemente y nada es para siempre”.

La velocidad, la disrupción y la globalidad

Para Isaac López, psicólogo y autor del libro Cambiar las característica de los cambios que vivimos ahora son, sin duda, “la velocidad, la disrupción y la globalidad”. Los cambios afectan a todos y cada una de las facetas de nuestra vida y nos obligan a estar en actitud de alerta permanente. Cambiar hemos tenido que cambiar toda la vida, pero la gran diferencia es que ahora estamos ante un cambio disruptivo.

Nuestra sociedad vive un cambio de paradigma

El nuevo cambio nos obliga a desaprender lo aprendido” –

Modernidad Líquida

En este escenario de “modernidad líquida”, cuando nos hemos adaptado a un cambio ya ha llegado a otro. “No son, como antes, cambios evolutivos, que nos permitían asimilar lo anterior antes de incorporar lo nuevo. La disrupción, al contrario, nos obliga desaprender lo aprendido, porque aquello que sabemos es un lastre”, explica López.

¿Quién dijo miedo?

Así las cosas, la única solución que nos queda sigue siendo adaptarnos, y “cuanto antes desarrollemos la capacidad de adaptación mucho mejor”, dice Ribas. ¿Quién dijo miedo? Pero todo sucede tan rápido que no siempre es fácil. “Toda esta vorágine de transformaciones, motivadas en gran parte por el consumismo, nos prometen y alejan en igual medida de la felicidad. Es peligroso dejarse llevar e intentar mantenerse en la cresta de la ola, porque te aleja de la realidad, de los demás y de tu propia libertad y felicidad; te hace esclavo de la novedad y del ‘qué dirán’”, asegura el psicólogo y terapeuta Leopoldo Ceballos.

«Antes todo era para siempre, y ahora todo cambia constantemente”

En este sentido López recuerda que “cambiar no significa estar en la cresta de la ola, sino tener la habilidad de ser feliz en el momento en que nos ha tocado vivir”. Eso sí, él mismo reconoce que estar instalado en el cambio constante “es algo muy estresante, por un mecanismo biológico que nos lleva a conservar y ahorrar nuestra energía”. Por eso, en opinión de este psicólogo “es fundamental entrenarse en el cambio, para reducir los niveles de estrés”.

Nuestro cerebro es plástico y es capaz de desarrollar esta capacidad de adaptación

Pero, por suerte, “nuestro cerebro es plástico y es capaz de desarrollar esta capacidad de adaptación”, dice Ribas. El riesgo está, por contra, en que “si nos atascamos en el victimismo y la rigidez mental, es cuando aparece el sufrimiento, los síntomas físicos y psíquicos, y hasta la enfermedad.

En cambio, pasar por la experiencia de adaptarnos a un cambio nos ayuda en próximos cambios, la mente se va entrenando y flexibilizando.

La clave es ver los cambios como oportunidades de crecimiento y aprendizaje y, sobre todo, no dejarse llevar por el miedo que nos puede arrastrar hacia el bloqueo”, asegura esta psicóloga.

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